20/12/11
El máximo jefe de la tiranía cubana ha señalado muchas veces que lo de las elecciones es un simple requisito para complacer la opinión pública mundial. Porque eso de votar ya no les hace falta, debido a que es el pueblo quien ejerce el poder y expresa permanentemente su voluntad en y sobre sus organismos de dirección. Eso es democracia directa. Y todo se hace atendiendo la línea del Partido Comunista Cubano.
Esta es una dictadura que se recubre con la supuesta toma del poder por parte de ‘los de abajo’. Por ello, hacer elecciones es cumplir con una formalidad para que no se cuestione su carácter democrático.
Queda claro así que esta democracia se expresa con el voto. Y por ello toda comunidad que cuenta con un sistema electoral reúne los créditos para ser considerada en el concierto mundial de las democracias.
Pero en el caso venezolano, el señor Fidel Castro considera que el asunto electoral se vuelve algo serio y complicado por la tradición partidista existente que conlleva al debate de ideas y la lucha por posiciones en la estructura del Estado. En esta dirección, el partidismo es una rémora para el ejercicio del pensamiento y el partido únicos. La pluralidad no es cónsona con los estatutos supremos de una revolución en la que debe y tiene que imponerse la doctrina del proletariado, que no puede ser otra que la marxista-leninista.
De modo que desde un inicio, el caso de la llamada revolución bolivariana ha sido objeto de preocupación para el presidente de Venecuba, esa instancia que surge en el 2004 y que junta dos revoluciones en un solo marco ideológico y político, bajo una misma conducción.
Y específicamente, después que el golpista candidato pasa a golpista presidente, el 06/12/98, se trazó la orientación de esperar antes de enfrentar, con la idea de luego burlar los grandes poderes que hasta el advenimiento de la revolución se comportan como los grandes electores.
Y así comienza el hilo de la legitimación. Los llamados partidos tradicionales no solo vieron migrar su militancia y seguidores hacia la ‘nueva esperanza revolucionaria’, sino que comenzaron a dar aval a los planes del golpismo ahora en funciones de mando-poder. No sólo se facilita la convocatoria a una constituyente sino que se acepta el primer esquema de fraude-trampa, el Kino, que luego adquiere otras modalidades.
A lo largo de este período de 13 años el régimen ha hecho un importante recorrido electoral. Y ha acomodado las cosas de tal manera, que a partir de unas supuestas derrotas, como las del 2D-07 o el 26S-10, que luego convierte en triunfos, ha creado en ‘las oposiciones’ la visión según la cual el régimen es derrotable por la vía electoral.
Se establece así la columna vertebral del régimen para su legitimación. Luego del fraude del Referendo Revocatorio Presidencial del 15Ag-04, el colectivo decidió no volver al ‘pasquín electoral’ y los partidos se vieron obligados a acompañar la mayoría en el llamado a la abstención.
Pero una vez que la línea abstencionista obtiene la victoria con más del 80% de los votos, los partidos no saben que hacer. Y ante la imposibilidad de trazar una nueva política acuden simplemente a lo mismo: llamar a votar, es decir, a continuar legitimando el tal proceso revolucionario.
En la presente campaña electoral nos encontramos con las mismas oposiciones cumpliendo exactamente el mismo papel. Pero ahora la borrachera electoral diseñada, impulsada y vigilada por el alto mando venecubano ha llegado a límites mayores.
Por una parte está el golpista-presidente o tirano candidato, haciendo gala de todos los poderes y recursos. Tiene el instrumento trampa-fraude-CNE y el ventajismo de la compra-venta de conciencias y votos a su favor. Un GP que sólo podría ser derrotado por la naturaleza tal y como ocurrió, por ejemplo, en el caso de Juan Vicente Gómez en 1935.
Por el lado de ‘las oposiciones’ están los legitimadores. Ellos no parecen advertir lo que pasa hoy en Venecuba. Siguen pensando en democracia en medio de una abierta tiranía en la que el Hegemón hace uso de manera directa y personal de leyes e instituciones. Y ni siquiera son capaces de alertar sobre toda posibilidad de fraude porque eso ahuyentaría a muchos votantes.
En general se trata de precandidatos de la llamada Mesa de la Unidad Democrática (MUD) a unas Primarias para escoger entre seis aspirantes quien se enfrentará al GP. Todos saben que no habrá quien les gane y que lo que se hace es negociar posiciones que puedan servir para una lucha futura, aunque Arria y Medina tratan de marcar alguna diferencia.
Por los momentos, la ausencia de una política que supere el sello opositor, pone de manifiesto que todos los ofrecimientos tienen la misma orientación y contenidos. Un juego con el voto a favor de una tiranía democrático-constitucional-electoral.
Más allá está la perspectiva de un movimiento capaz de romper con los dos monstruos de la trampa electoralista para crear, a partir de un manejo diferente de la fuerza social, una salida verdaderamente democrática que comulgue con la gran mayoría de los venezolanos y que se aparte del yugo Venecuba-Borrachera Electoral-G2 que nos tiene sumidos en esta terrible condición de ex país-ex patria-ex nación y viviendo una vida cada vez más próxima a todas las maneras de morir.