02/12/11
Sentí un gran alivio cuando la MUD llegó a un acuerdo unitario para hacer frente a la diaria tortura que vivimos hace casi trece años. Creí que los errores de anteriores elecciones servirían para crear una estrategia que finalmente pudiera dar término al horror que azota al país y nos condujera a la reconstrucción de un país saqueado, asolado y entregado a invasores invitados a expoliar nuestra Patria. Que las amargas lecciones del pasado reciente habían sido debidamente asimiladas y, por tanto, irrepetibles los errores. En ese estado de ánimo decidí hacer un breve viaje de placer a visitar amigos alejados por la distancia pero no en el afecto. Lleno de optimismo por mi país disfruté de algunos días en gratísima compañía, departiendo con antiguos compañeros y me di gustos que comienzan a ser desconocidos aquí: buenas librerías, supermercados literalmente abarrotados, seguridad urbana, tiendas con precios accesibles y, sobre todo, una excelente gastronomía.
A mi vuelta, quedo atónito con lo que veo; nadie ha aprendido de los pasados errores, nadie parece querer entender lo que nos jugamos, un exacerbado e imbécil triunfalismo y una idea de “campaña electoral” propia de quienes no han entendido de por dónde les viene el juego… Pronunciamientos muy serios por auténticas nimiedades y un silencio absoluto ante los más serios y preocupantes actos gubernamentales y su constante y sostenida violación de la propia Constitución… Y mientras tanto, la población, en vez de hacer honor a su propio himno, ríe los chistes del sarcomandante, demuestra un triunfalismo arrogante y acepta recomendaciones de “conciliación”, “diálogo” y acepta que se llamen “radicales” las propuestas de quienes consideramos que de este caos no saldremos sino apretándonos los pantalones y haciendo esfuerzos tal vez sobrehumanos si queremos seguir teniendo un país llamado Venezuela.
Las afrentas del enfermo (en todos los sentidos) pasan tranquilamente bajo la mesa como si, simplemente, no las hubiera hecho; su enfermedad sigue siendo un misterio sobre el cual nadie osa exigir un informe médico y se le deja manifestar, ya casi en burla al país, que está curado, por la gracia de chamanes, paleros, “espíritus de la sabana” y algún que otro miembro inadaptado del clero católico.
Todos parecen subestimar la extraordinaria capacidad del sarcomandante como excelso manipulador de los medios audiovisuales, lo cual aprovecha para radicalizar sus posiciones, aún dentro de la infinita ignorancia que lo caracteriza, con el fin de hacer realidad las tristes palabras de “Después de mí, el diluvio”. Somos incapaces de entender que aquí no hay socialismo que valga, ni marxismo, ni nada, tan solo un resentimiento como nunca se vio en el país, un deseo de dejar, tras de sí, tierra arrasada y nada más. Es un tardío pase de factura por haber obligado a un “predestinado” a vender arañas en las calles de Barinas y por haber permitido que fracasara como militar, como esposo, como beisbolista, como administrador de cantina, como estudiante y como todo aquello en lo que metió sus ineptas manos.
Aunque sea llover sobre mojado, hay que repetirlo hasta la saciedad y, después, seguirlo repitiendo: ¿cómo se puede ser triunfalista cuando ni siquiera se han planteado seriamente al CNE las cuestiones del REP, los nuevos inscritos, la modificación de los circuitos electorales, los resultados oficiales de anteriores elecciones?.
Mientras tanto, a sabiendas de que nada se hará frente a sus designios, aumenta su poder tranquilamente, toma decisiones para la destrucción más absoluta del país de la manera más impune, ejerce el poder de vida o muerte, termina de destrozar lo poco que queda de nuestra economía debidamente asesorado por payasos despedidos de circos de provincia, enfila sus cañones hacia lo poco que queda productivo en el país, acaba con la FAN y se vanagloria de ello, entre miles de mentiras, convencido de aquello de que la mentira mil veces repetida se convierte en verdad, mientras en la otra acera, los problemas “vitales” son quién quedará de alcalde de San Genaro del Río, si los derrotados pueden volver a sus cargos anteriores y cien mil cuestiones de la más total y absoluta ambición personal.
¿No han entendido aún que ofreciendo (ya dijo alguno por allí: “500.000 viviendas el primer año”) lo incumplible y poniéndose a su altura pierden miserablemente su tiempo y su dinero? ¿Que en cuestión de promesas incumplibles les lleva un mar de ventaja y que está demostrado que le creen sus mentiras? ¿Que hay que hacer una campaña distinta, seria, responsable, planteando los verdaderos problemas y sus soluciones? ¿O es que vamos a seguir convocando a cacelorazos, bailoterapias y demás imbecilidades para “pedirle que renuncie”?
El sarcomandante tiene el poder. Con solo eso, ya lleva una ventaja impresionante. ¿Van a jugarle en su cancha? Entiendan, por favor, es el dueño de la cancha, de la pelota, de los árbitros y de las madrinas, y como tal fija SUS reglas. Ya debería ser obvio que con SUS reglas no se puede jugar; ¡impongamos las nuestras! Pero para eso se requiere un esfuerzo y un sacrificio que no está en las posibilidades de cualquiera.
Hay buenas y malas noticias esta vez.
¿La buena? El sarcomandante es el conserje que se cree dueño del edificio.
¿La mala? Al dueño no le importa que el conserje actúe como dueño…