1/11/11
Se cansa uno, diría Omar Lares, de tratar de abrir los ojos
de quienes no quieren ver. Es descorazonador ver como, por muy advertidos que
sean, vuelven a caer en los mismos horrores (ya no se limitan a ser “errores”)
cada vez que la palabra “elecciones” ronda por el aire. Vuelven las mismas
promesas, las mismas frasecitas usadas desde quién sabe cuándo hasta hoy, las
mismas tonterías y, sobre todo, la increíble idiotez del triunfalismo.
El triunfalismo, por sí mismo, es autoderrotante. Ante tales
pronunciamientos la gente, muy simplemente, se abstendrá de ir a votar (¿si ya
ganaron para qué voy a madrugar yo?) en un país donde un ataque agudo de caspa
es motivo de excusa para dejar de hacer algo.
Pareciera que nuestros precandidatos no entendieran lo que
enfrentan. Ya se oye hablar de caravanas y demás jolgorios asociados a pasadas
lides electorales en que no se jugaba más que una silla o el color del partido
en el poder. Quien los vea pensará que todo va de maravilla en el país y que a
lo que vamos es a un debate de ideas civilizado y jugado por las reglas más
estrictas de la imparcialidad.
¿Alguno de estos precandidatos ha hecho la debida reflexión
sobre lo que encontrará si triunfa? Las promesas de construir viviendas, de
dejar de importar alimentos y hacer producir a nuestro agro corren de boca en
boca. Lo que no corre es la pregunta ¿y con cuál dinero?
¿Han pensado en el hecho de que necesariamente quien ocupe
la presidencia tras este descomunal desastre estará cometiendo un suicidio
político?, ¿o que en este momento no hacen falta pensadores ni grandes
peroratas y sí alguien con un verdadero talante ejecutivo para comenzar a poner
en orden esta anarquía feroz (o caos, total, da lo mismo) antes de poder
comenzar siquiera a pensar en “construir”, “crear”, “rehacer”?
¿Han pensado que de no poder administrar la crisis más grave
y grande de la historia de Venezuela caeremos en otro Chávez…? No es hora de
elucubrar sobre tesis políticas aplicables a un país en estado normal, no es
hora de disgregarnos por verdaderas necedades. Es hora de juntar todos los
hombros y RECONSTRUIR lo que queda de país. Y no me vengan, por favor, con el
cuentico del “diálogo”, la “hermandad entre venezolanos” o el de “venezolanos
somos todos”; ya fastidia el temita. Hay que buscar a los responsables del caos
y someterlos a las leyes y hacerles pagar con todo su peso. Perdonarlos en aras
de la “confraternización” y demás alhajitas marinas es abrir la puerta a que
siga el mismo descontrol y la misma corrupción. No. Todo aquel debidamente
acusado deberá responder ante unos tribunales IMPARCIALES y los culpables
asumir las penas que le correspondan como asumieron el dinero robado a la
nación. Si aceptamos “perdones”, “gracias presidenciales” o “indultos”,
estaríamos incurriendo en los mismos delitos.
La visión ideal de un candidato para ESTAS elecciones, a mi
manera de ver, sería la de un político probo y fogueado que prepare el camino a
los jóvenes que están a las puertas, dejando un país saneado o en camino a ello
y que después, por la recia impopularidad que las medidas que tome (sean cuales
sean) para poder hacerlo medio funcionar, desaparezca del mapa político pero
con la conciencia limpia y la satisfacción de haber comenzado a enderezar al
país.
Estas elecciones no son un concurso de caravanas, ni de
eslóganes ni de quién luce mejor. Son, si se pueden ganar, la única manera de
reactivar el país y volverlo a su lugar debido en el concierto de naciones.