19/5/15
En Venezuela debería estar pasando de todo. El país estremecido por la rebeldía popular. Los gobernantes huyendo, la oposición tomando el poder. Es lo menos que cabía esperar de una situación como la que estamos viviendo. Y no pasa nada. ¿Porqué? Todo en política tiene una explicación. He aquí la de porqué no ha pasado nada hasta ahora.
En Venezuela no hay oposición desde 2006. Hasta entonces la hubo. La dirigía la sociedad civil. A la cabeza trabajadores (CTV-Ortega), universitarios (petroleros- Gente Petróleo- profesionales en general) y empresarios (FEDECÁMARAS-Carmona). Esta alianza de clases hizo oposición de calle, demostrando que ni siquiera en sus inicios la tiranía comunista tuvo mayoría. Jamás ha sido mayoría. Ese mito fue inventado por los cobardes para no enfrentarla. Haciendo oposición de calle esta alianza de clases efectuó protestas por todo el país, forzó la renuncia de Chávez, paralizó la industria petrolera y se declaró en rebeldía total desafiando al sistema con la desobediencia civil (abstención masiva) que lo deslegitimaba (2005). La sociedad civil no le dio respiro a la tiranía comunista. Impidió su consolidación, manteniéndola en jaque. Consciente Chávez de que si se mantenía esta línea de acción de la oposición para la elección presidencial de 2006, quedaría él totalmente deslegitimado como quedó Fujimori en Perú, reclutó al partido joven que quería pasar por encima de los viejos. Y a este partido joven prometió darle, para él solito, la cuota parte de cargos que queda sobrante del fraude, si participa en todas elecciones sin poner condiciones y rechaza los actos de rebeldía. Enterada la sargentería de los demás partidos impuso un viraje de su dirección para meterse en el reparto. Uno de los directivos confesó en privado: “si no accedo, los buscapuestos me dejan sin partido.” Así fue como desapareció la oposición, ocupando su lugar el colaboracionismo.
Para cumplirle a Chávez fueron a convencer a un gobernador, que aceptó ser candidato pero sabiendo que sólo sería comparsa exigió que le permitieran regresar a la gobernación para no quedar sin nada. Esta condición fue aceptada y cumplida. El TSJ interpretó convenientemente que la “separación del cargo” de gobernador exigida por la Constitución no implicaba renuncia sino permiso mientras cumplía el papel de comparsa a que se había comprometido, lo cual incluía reconocer su derrota cuando todavía no habían contado los votos. Desde entonces los gobernadores regresan a su cargo después de haberse prestado a la farsa en la elección presidencial. Ninguno ha renunciado para ser candidato. Ninguno ha rechazado prestarse a esta inconstitucionalidad.
Vista la buena conducta de los colaboracionistas se hizo conveniente asegurar su perpetuación en los cargos, no vaya a suceder que surjan unos radicales que pongan en peligro al gobierno títere. Mejor quedarse con los que ya están. Entonces Chávez, como Dios en el Génesis, dijo: “todo ahora está tranquilo, nadie se alza, es bueno que esto continúe. Voy a proponer entonces mi reelección indefinida hasta el día de mi muerte. Y en premio a los colaboracionistas, voy a proponer lo mismo para ellos. Que me acompañen hasta el final en garantía de la paz de la República.” Y, desde luego, los colaboracionistas estuvieron de acuerdo. Ninguno hizo campaña contra la reelección indefinida. Y mucho menos por la no-reelección absoluta. Así la tiranía comunista se transformó en un sistema cerrado de casta política, en el cual títeres y colaboracionistas se perpetúan en los cargos hasta que Dios disponga de ellos. Ninguno de los colaboracionistas ha renunciado a la reelección. Parecen haber comprado el cargo como sucedía en la Colonia. Evidentemente un signo distintivo de títeres y colaboracionistas, por igual, es que son reeleccionistas. Todo colaboracionista es reeleccionista. Enchufado hasta la muerte. No se les ocurre siquiera proponer la enmienda de la Constitución para impedir que Maduro se reelija. Mejor no tocar el tema, porque todo el poder queda reservado para los que están, títeres y colaboracionistas, que son los privilegiados. No hay para nadie más.
La mayor garantía de estabilidad y continuidad del gobierno títere, la tiranía comunista que nos ha impuesto Cuba, han sido los colaboracionistas usurpando el rol de oposición. Pero ya su tiempo se acabó. En cualquier momento todo se les vendrá abajo.
La consigna: ¡Fuera Maduro!