29/9/14
El día lunes primero de septiembre salí de los Teques con la intención de llegar a la estación Artigas, me quede dormido y llegue a la estación Zona Rental, ahí comenzó mi tragedia, perdí la conciencia de hacia donde iba, sabia que estaba dentro del metro pero no recordaba hacia donde iba, trate de orientarme y no podía, vi un policía nacional sentado en una silla, me le acerque y le dije “disculpe yo voy a…yo voy a…yo quiero ir a” pero no recordaba adonde iba, considere usted amigo lector que eso no me había pasado y el temor que yo sentía; el policía en forma reiterada me pregunto “adonde quiere ir? Pero yo no conseguía recordar. De repente vi un viejo mapa de la ruta del metro y vi Estación Artigas, entonces le dije “quiero ir a Artigas” bueno entonces baje por allí y me señalo una escalera, le pedí a las personas me indicaran cuando debí bajarme, tome una camioneta y llegue a mi trabajo; cuando llegue, mis compañeros de trabajo me preguntaron que me pasaba y yo les respondí “nada, estoy bien” pero ellos decían que yo no hablaba con normalidad y me llevaron aun puesto asistencial del IVSS allí la doctora dijo “yo creo que tiene un ACV, pero aquí no hay equipos para ayudarlo mejor es que vaya a un hospital clase IV. Unos amigos me llevaron al Hospital Victorino Santaella y allí detectaron que mi tensión era alta, me la normalizaron y entonces apenas comenzaba mi calvario, durante tres días, trate de hacerme una resonancia magnética, en entes, de salud pública y privada, lo cual no era fácil por mi tamaño y peso, hasta que mi secretaria ubico una clínica en San Bernardino, no perdí nunca mi capacidad de hablar, quizás por ser abogado y politólogo, pero ciertas habilidades numéricas no podía usarlas, allí salio perjudicado el administrador. En ningún hospital publico había equipos, ni siquiera una ambulancia, en las farmacias era muy difícil conseguir medicamentos para la tensión alta, pero todo eso no fue lo peor, lo que me sucedió fue apenas un accidente individual, lo peor vino poco después, cuando tome conciencia del ACV colectivo por el cual atraviesa el país.
A salir de mi primera resonancia magnética fui con mi secretaria hacia el metro bus, pero como yo todavía estaba un poco desorientado preguntamos a una señora “aquí pasa el metro bus?” ella se nos queda viendo y dice “ustedes son extranjeros y vienen a conocer la ruta turística, ¿son alemanes?” no señora somos venezolanos… ella se sorprendió y yo me sorprendí. Ella se sorprendió de que siendo venezolano no fuese revolucionario, yo me sorprendí de la pasiva aceptación de la revolución, no solo de ella de todos aquellos que buscan una medicina en una farmacia, del que solicita ayuda en un hospital publico tristemente desasistido, de los médicos que aceptan ser maltratados, del ACV colectivo que nos ha hecho olvidar de nuestra memoria, ¡quienes fuimos! A que estamos llamados, somos los hijos de un país perdido en la inconciencia. En una segunda parte tratare de explicar que perdimos, que no hemos perdido todavía y que debemos recordar.
Alejandro Antonio Guerra, venezolano descendiente de venezolanos con más de cinco siglos en el continente karibano.