1/01/12
28 de diciembre, fiesta de los Santos Inocentes; la iglesia Católica no solo recuerda a los niños que fueron degollados por orden del rey Herodes, buscando asesinar a Jesús, quien según las profecías le disputaría la corona. Ese día solemos hacer burla de nuestros cercanos haciéndoles “caer por inocentes”…
Pero hay otras burlas continuadas y desconsideradas. A menudo me piden opinión sobre la enfermedad del Presidente. Por su atipicidad e incongruencias, su condición desafía las buenas artes y experiencia de un clínico. Habría que echar mano al cúmulo de cancerosos vistos a lo largo de los años con sus sufrimientos, efectos de la quimioterapia y lucha silenciosa para comprenderlo menos aún. Ya nos aliena y nos fastidia porque la enfermedad propia es una cuestión significativa, seria y privada. La perspectiva de muerte es un acto íntimo y familiar, no una guachafita interesada donde todos apostamos. Hace tiempo me guardé mi opinión si es que alguna tengo; ¿será una dolencia pret-a-porter diseñada por el G2 cubano? ¿Vale la pena perder el tiempo haciendo vaticinios sobre una cuestión desconocida, intrincada y manipulada con fines inconfesables? Que si está hospitalizado y en diálisis, que si tuvo un ACV, que si tiene metástasis… Al día siguiente aparece orondo y lirondo y nos maltrata con tres horas de cadena. “¡Cómo juega el gato maula con el mísero ratón!”, anotaría Celedonio Flores.
La enfermedad es un mensaje encriptado, es un llamado a la introspección y a la rectificación. ¿Qué hicimos para deteriorar la salud; qué dejamos de hacer para conservarla? El cáncer es palabra seria, no para concitar lástima, tan solo para sabernos llamados a un destino superior.
Desde junio seguimos cayendo por inocentes y no nos damos cuenta…