25/01/12
1. El Silencio ensordecedor
Amigos me comentan a diario sus apreciaciones sobre la situación política. “¿Qué te parece el retiro de Leopoldo a favor de Henrique?”. “Diego y María Corina tienen las mejores ideas, pero ninguno de los dos tiene posibilidades de ganarle a Chávez”. “Yo creo que Diego está más claro en cuanto a la situación política, pero polariza demasiado, y lo que necesitamos para ganar en octubre es un candidato que sume en lugar de restar votos”. “Mira lo que dicen las encuestas, Henrique tiene más apoyo y parece ser el único que puede sumar votos y salir ganador en octubre”. “Pablo tiene el apoyo de los grandes partidos, sus propuestas sintonizan con el chavismo, y puede garantizar una transición sin violencia”.
Cada vez que escucho este tipo de comentarios, tengo la sensación de vivir en otro país. A tres semanas de las primarias muchos de mis amigos alimentan grandes expectativas hacia el futuro: piensan que elegiremos un candidato opositor y que si éste logra sumar alrededor de él una siempre creciente mayoría de votantes insatisfechos con estos 13 años de chavismo, con propuestas sensatas englobadas dentro una excelente campaña electoral, tendremos grandes posibilidades de ganar las elecciones en octubre.
Entiendo su postura, entiendo su razonamiento, y con cierta nostalgia quisiera compartir su sueño. Pero la cruda e implacable realidad del entorno político en el que vivimos no me permite ni soñarlo. En cambio, trato con paciencia de explicar a mis amigos que a pesar de su optimismo – reflejado en ese slogan devenido tan ubicuo en estos días, “2012, el Año del Cambio”- a pesar de la percepción de que Chávez está cayendo en las encuestas y de que la oposición está supuestamente más unida que nunca, los venezolanos no vivimos en democracia, que esta es una dictadura, que los dictadores pueden celebrar elecciones – como lo hacen en Cuba, Bielorrusia y otras dictaduras - pero nunca las pierden, y que la mafia narco-terrorista-militar que se ha ido adueñando del país tiene tantos expedientes abiertos y por abrir que nunca, nunca dejará el poder. Porque perder el poder significa perder la inmunidad que confiere ser amo de un país soberano.
Usualmente a estas alturas no pierdo mi tiempo en enumerar los estudios divulgados por publicaciones académicas del más alto prestigio a nivel mundial que afirman, sin ambages, que desde el 2004 el sistema electoral venezolano es un casino donde el dueño del casino reparte las fichas según sus preferencias y determina quién gana y quién pierde. Ya no trato de explicar, cifras en mano, cómo la cuarta parte de los votantes inscritos en los últimos diez años en el Registro Electoral Permanente existe sólo en nombre. Aún cuando demuestro que casi el 100% de las personas mayores de 18 años en Venezuela están inscritos en el REP, y que hace cuatro años, sólo en el Distrito Capital, según cifras del INE, había una población mayor de 1.514.403 habitantes, mientras que dos años después, según cifras del CNE, 2.100.977 votantes del Distrito Capital estaban inscritos en el REP (www.analitica.com/va/politica/opinion/3093490.pdf).
Repito: entre 2008 y 2010 (si uno acepta como verdad la absurda tesis que 100% de los habitantes mayores de 18 años en el DF están inscritos en el REP) el número de votantes aumentó en un 39%.
Tómese un minuto para digerir las implicaciones de estas cifras oficiales – ¡cifras oficiales! En dos años la población de mayores de 18 años en el Distrito Capital ha crecido en un 39%.
Esto nos lleva indefectiblemente a la conclusión de que 28% de los inscritos en el Distrito Capital son votantes fantasmas.
Ud. puede con toda seguridad extrapolar esta fórmula y aplicarla al resto del país, sobre todo en las regiones rurales, donde más han crecido los nuevos centros de votación (y la cantidad de votantes virtuales) y donde hay menos control por parte de la oposición. Y no olvide que la oposición nunca ha podido establecer y mantener una presencia firme en más de 60% de los centros de votación a nivel nacional.
Examinemos estas cifras desde una perspectiva global: En los países donde el registro es voluntario, como es el caso de Venezuela, el porcentaje de votantes elegibles (mayores de edad) inscritos en el registro electoral de sus respectivos países oscila entre 70% y 75%, aún en las democracias más maduras. Partiendo de la premisa razonable de que el 65% de los venezolanos son mayores de edad, y que tenemos una población de 28,5 millones de habitantes, son 18.525.000 los venezolanos mayores de 18 años. ¿Qué nos dice el CNE en cuanto a votantes inscritos en el REP? En diciembre 2011 contabilizó 18.338.913 votantes inscritos. Si aplicamos la fórmula aceptada según la cual entre 70% y 75% de los mayores de edad estaría inscritos en el REP, tendríamos una verdadera inscripción electoral que oscila entre aproximadamente 13 y 13.9 millones de votantes de carne y hueso. De ahí la cifra mínima de 5 millones de votantes fantasmas.
La develación de esta burda y descarada manipulación, esta mentira tan obvia, tan fácilmente comprobada, debería ser motivo de indignación ciudadana, de llamadas a la acción, de manifestaciones nacionales, de reclamos a instancias regionales e internacionales y de exigencias específicas por parte de la MUD para que se investiguen de manera exhaustiva las cifras del REP y las metodologías empleadas por el CNE y el INE a nivel nacional. Pero nada. Lo que se escucha es un silencio ensordecedor, para muchos incomprensible, por parte de quienes se ufanan de ser los dirigentes de la oposición.
2. Cambio de Paradigma
Uno bien podría preguntarse por qué a veces con ciertos amigos me resigno a no insistir en explicar con detalle la magnitud del fraude que el régimen sigue montando a diario (el Registro está abierto; el CNE sigue inscribiendo votantes, quizás votantes de verdad, seguramente votantes fantasmas) a fin de asegurarse una holgada victoria el 7 de octubre.
La respuesta no es fácil. Por un lado, muchas personas prefieren vivir una ilusión cómoda en lugar de enfrentar una verdad incómoda. Muchas personas sencillamente no logran cambiar de paradigma.
Cambiar de paradigma significa desechar todo lo que uno cree saber sobre un asunto y aceptar, basándose en nuevas evidencias, una nueva verdad. Nuestro planeta fue creado hace entre 5 y 6 millardos de años, no es plano, y da vueltas alrededor del sol, y no al revés. Hoy aceptamos estas verdades como tales, pero hace 500 años hacía falta ser un hereje para tener creencias así, y el conjunto de dogmas de la Iglesia Católica Apostólica Romana garantizaba que al expresarlas abiertamente los herejes pagaran con su vida el atrevimiento.
Frente a las evidencias irrefutables sobre el fraude y confrontado con el hecho de que no solamente estas evidencias se han hecho públicas desde hace muchos años (aunque hayan tenido muy poco eco en los medios masivos de comunicación) sino que todos los altos dirigentes políticos y candidatos a las primarias están al tanto de esta información, el venezolano inteligente con conciencia cívica se enfrenta a un terrible dilema. O sigue aferrado al paradigma convencional (la MUD habla claro, actúa de buena fe, representa mis intereses, representa un auténtico cambio, aspira apoyar a un candidato que remplace a Hugo Chávez, etc.) o entra en un mundo desconocido, un mundo que en los mapamundis del siglo XV los cartógrafos señalaban como Terra Incognita, poblada de monstruos. En este mundo abundan los interrogantes, y escasean las respuestas claras. El mero hecho de reflexionar sobre estos temas y hacerse estos interrogantes implica que uno está cambiando un paradigma cómodo por un paradigma terriblemente inquietante. Y para algunos eso implica coquetear con la herejía; podría pagarse caro, muy caro, ese pecado.
Por ejemplo: si la MUD se resiste enérgicamente a reconocer, denunciar con vehemencia y rectificar el carácter fraudulento de un sistema electoral que garantizará sin duda una holgada victoria al candidato oficialista en octubre, ¿A qué intereses responde? Y la respuesta inevitable es que los líderes de la MUD no están comprometidos con un cambio de gobierno. Algunos de los candidatos, evidentemente sí y otros, aparentemente, no.
Hay un dicho en inglés, “Politics makes strange bedfellows”, cuya traducción sería algo como “en la política todo es posible” o, mejor dicho, “en la política hasta los polos opuestos se pueden juntar”. En nuestro caso, pareciera que el régimen se ha aliado con algunos poderosos jerarcas de la MUD, con el apoyo de figuras claves en los medios de comunicación, para instaurar un Tribunal del Santo Oficio de la Inquisición Electoral, desde el cual se impone a la fuerza un dogma que consiste en no hablar del fraude, y así permitir no solamente la reelección (¿indefinida?) del dictador o su candidato designado sino también la instauración de un aparato burocrático opositor alimentado y controlado por el régimen, el cual fungiría cual Pueblo de Potemkin, como Partido Unido de la Oposición. Un Partido Unido de la eterna Oposición que satisfaría la necesidad de este régimen forajido, criminal y terrorista, de presentarse como legítimo a los ojos del mundo. Y para seguir alimentándose a sus anchas del erario público.
Creo que poco a poco los venezolanos opositores conscientes están cambiando de paradigma. Por supuesto cuesta mucho hacerlo. Significa deshacerse de las creencias y las lealtades reflexivas a través de las cuales uno ha ido construyendo su realidad política durante toda una vida. Significa ver con ojos muy abiertos quién es quién, de verdad. Significa, en una palabra, despertar, y ver el mundo como es, y no como uno quisiese que fuera.
3. Cuentas claras
Como asesor político con más de 35 años trabajando en tres continentes con decenas de candidatos a todos los niveles, creía haberlo visto todo. Pero el actual panorama electoral venezolano (el verdadero, no el que se le ofrece al público, el pan y circo del show montado para las masas) desafía la imaginación.
Ahora bien ¿Qué hacer frente al pan y circo de las primarias? Porque, recordémoslo, el mismo régimen, actuando a través del CNE – que tiene una trampa mortal montada para las elecciones de octubre, con la complicidad activa y pasiva de poderosos sectores de la oposición- es el que maneja y controla en gran parte el proceso de las primarias. Estemos muy claros: Chávez quiere medirse contra un candidato cómodo, un candidato que no lo ofenderá, que no le hará preguntas indiscretas, que no profundizará en las incoherencias, mentiras y -llamémoslo por su nombre – asuntos de la criminalidad en la que se ha incurrido en los últimos 13 años.
Sea usted el juez. ¿Cuál de los ahora cinco candidatos le conviene más a Chávez como contrincante? Olvídese por una vez de los intricados cálculos electorales que hacen los analistas políticos que salen cada día con sus pronósticos, de que si éste tiene más carisma que el otro, o que si tal o cual partido tiene más arraigo; que si la oferta de fulano supera a la oferta de fulana. Olvídese del viejo paradigma, que supone que estamos en un ciclo electoral donde, aún si nos tienden trampas por aquí y por allá, el candidato opositor podrá ganar si obtiene “una avalancha de votos”.
Volvamos a las cuentas anteriores.
En este momento, el REP tiene inscritos aproximadamente 18 millones de votantes, de los cuales 5 millones (según se puede extrapolar de las cifras mencionadas anteriormente) son votantes fantasmas o virtuales. Partiendo de la premisa de que altas tasas de abstención favorecen al candidato del gobierno (ya que tiene 5 millones de votos ya tabulados a su favor), hagamos un ejercicio teórico: supongamos que habrá este año una participación real de 75% de los electores. Es decir, 75% de los 13.5 millones de votantes (los de carne y hueso) decide votar y se abstiene un 25%. Es decir, votan un poco más de 10 millones de electores.
Supongamos (aunque sea poco probable, ya que el chavismo maneja mucho mejor que la oposición sus operativos caza-votos el día de las elecciones) que la mitad sea de votantes chavistas, y la mitad sea de la oposición.
Imaginemos además que dentro de este universo de votantes reales, el candidato opositor, haciendo una campaña brillante frente a un candidato de gobierno débil, logra captar 65% de los votos. Habrá conseguido 6,5 millones de votos contra 3.5 millones. Pero, recuérdese, quedan por contabilizar los 5 millones de votos fantasmas ya que – a diferencia de las elecciones regionales y municipales, donde existen más controles a nivel local y se puede fiscalizar mejor el proceso- el chavismo los verterá a su favor en la sala de totalización tan fácilmente como uno vierte un tobo de agua en la bañera.
De repente, estos 5 millones de votos virtuales se agregan a los 3.5 votos auténticos del chavismo, y Chávez gana con 8.5 millones de votos contra 6.5 de la oposición y el resultado electoral es 56% a 44%, con un margen de victoria de 2 millones de votos.
Y éste es el mejor de los casos imaginables para la oposición.
Basándome en estos sencillos cálculos, sostengo que para la oposición es políticamente y matemáticamente imposible, bajo las condiciones actuales, ganar las elecciones presidenciales.
4. La verdadera alternativa
Entonces ¿Cuál debería ser la postura de la oposición frente a las primarias? Esto depende de qué buscamos lograr con la campaña electoral. A sabiendas de que la partida está perdida de antemano, como ya se supone y se habla en las más altas esferas de la cúpula oposicionista, ¿Deberíamos buscar complacer el régimen con una campaña inofensiva, una campaña basada en estrategias electorales tradicionales?, ¿Buscaremos aglutinar votos de la manera menos ofensiva, y superar la oferta electoral del opositor con la vana esperanza de que podremos cohabitar apaciblemente con el enemigo en el 2013, negociando cuotas de poder según las viejas reglas del juego político venezolano? ¿Es esto lo que buscamos?
Esta parece ser ya la estrategia de varios candidatos que se esfuerzan en no ofender ni acusar a nadie, en no hacer preguntas incómodas, en quedar bien con todo el mundo.
Una estrategia alternativa consistiría en develar detalladamente, de manera contundente y sin cortapisas, la naturaleza intrínsecamente fraudulenta del proceso electoral. Demostrar que las estructuras legalistas que sostienen al régimen y le confieren legitimidad son una mentira. Concentrar los ataques contra el punto en que el régimen es más vulnerable y así deslegitimarlo a los ojos del mundo. Porque la cadena de posibles acciones futuras debe pasar por la deslegitimación de un régimen que proclama al mundo que es una democracia, mientras actúa en las sombras como la más cruenta dictadura. Los países que vivieron la Primavera Árabe están tratando de pasar de dictaduras a democracias, ya que ellos mismos y el resto del mundo entienden su historia. El camino venezolano debe ser distinto: antes de instaurar una auténtica democracia, se debe demostrar a los ciudadanos y a los ojos del mundo que aquí se vive en dictadura, no en democracia, y por ende los venezolanos tienen la responsabilidad y el deber de desenmascarar la farsa, y deslegitimar a Hugo Chávez y su régimen, antes de emprender la ardua tarea de reconstruir el país según principios de justicia, igualdad, respeto y transparencia.
Pablo Medina viene haciéndolo desde hace tiempo. Diego Arria lo hace cada día con más convicción y autoridad. Y María Corina por fin está descubriendo que el cazar águilas con temple y audacia reporta más dividendos políticos que ofrecer más y mejores programas sociales.
Los venezolanos deben tener muy claro cuál es el camino que quieren seguir, porque hay solo dos caminos. Los estudiantes que hasta ahora han invertido su capital político en candidatos oportunistas deben decidir qué clase de país quieren construir, porque el país que se está construyendo, o destruyendo, ya les pertenece, para bien o para mal. Nos toca a todos escoger este 12 de febrero entre un perverso puntofijismo del Siglo 21 y una ruptura sistémica con el pasado. No nos queda otra.