28/12/11
La farsa no es un asunto de un día, de esperar que una mano peluda cambie los resultados. Si bien eso es una premisa innegable, las pruebas son contundentes, no es el factor exclusivo para construir el silogismo cuya conclusión es siempre universal: todo el escenario electoral está viciado desde el instante que se acepta que Chávez tiene legitimidad para optar otra vez a la presidencia. El referéndum que permitió la reelección indefinida fue inconstitucional porque violó la norma que prohíbe consultar dos veces la misma materia en un solo período. Es un reto a la inteligencia tratar de dilucidar cómo de manera honesta se permitió que eso sucediera. Pero la farsa continúa reflejada en el hecho de tener como rectores del CNE a personajes que están identificados con Chávez, violando las leyes y el sentido común. A esto hay que agregar la forma vulgar y escandalosa del cómo se malversa el erario público para hacer campaña electoral. Si a todas estas razones le sumamos la entrega de los intereses más sagrados del país al régimen de Fidel Castro, constituyendo la traición a la patria más elocuente e innegable que pueda existir, tenemos que es evidente que no tenemos que esperar que la mano peluda manipule los votos para afirmar categóricamente que todo el escenario que nos quieren presentar como legítimo y democrático no es otra cosa que una gigantesca farsa que insulta la dignidad de cualquier venezolano de buena voluntad.
La mentira se neutraliza con la verdad. El reto en 2012 será imponer la verdad y acabar con la farsa. Hago un llamado a todos los venezolanos para que impongamos nuestro derecho inalienable de ser libres; un derecho que trasciende cualquier interés partidista; un derecho que no someteremos a la voluntad de nadie.