11/05/2011
Dicen que los dioses ciegan a quienes quieren perder. Las sociedades que no quieren oír ni pensar son las llamadas a hacer sufrir a sus ciudadanos. Así fue como se desató el infierno de la guerra civil española, que al decir de uno de sus contemporáneos más ilustres, Don Julián Marías, nuestro profesor de filosofía, a distancia, claro está, fue “el gran suceso dramático de la historia de España en el siglo XX” y “que apasionó al Mundo como ningún otro acontecimiento comparable”, según refiere en sus síntesis de artículos: “Ser español” (4ª. Edición, Planeta), y se pregunta, no por qué pasó sino el “¿cómo pudo ocurrir?”.Así también fue como se desató la II guerra: por culpa de unos políticos empeñados en manejar las crisis con criterio de normalidad, salvedad hecha de Winston Churchill, que clamó en el desierto. En esa carnicería moderna, con sus 50 millones de víctimas, la Francia tuvo que retirar del juego a sus políticos civiles, Paul Reynuad y cía, y llamar napoliónicamente a un militar, el Mariscal Philippe Petain, que la hundió en la vergüenza del armisticio y el colaboracionismo, para después ser sólo rescatada por otro militar político como Charles De Gaulle, quien la recuperó del deshonor. ¿Por qué fueron tan ciegos los dirigentes de la democracia ante la arremetida del fascismo, el nazismo y el comunismo? Porque querían sólo paz y no libertad. Se lo jugaron todo a la paz sin dignidad y terminaron, como sentenció Churchill, luego del insulso acuerdo de Chamberlain en Munich: “Querían paz con dignidad y terminaron sin dignidad y tendrán guerra”. Eso mismo está pasando en nuestra Venezuela de hoy, cuando ante la arremetida de una dictadura descarada, dueña de todos los poderes, como es su definición, nuestros políticos democráticos quieren vivir y asegurarnos una normalidad que no existe. Celebran entusiastas que vamos a escoger al contendor para una lucha amañada por el juez electoral y el ventajismo obsceno de Chávez, con las prácticas de la “normalidad” democrática: | “¡Vamos a primarias!” Como si eso fuera una buena noticia. No hemos podido entender el riesgo que corre Venezuela en manos de estos socios de la narcoguerrilla y el terrorismo mundial; donde un grupo de escogidos, comunistas y militares, porque no son lo mismo, se están robando todo y empeñando al país por decenios, pero soñamos que los vamos a poner en su sitio con una competencia floral entre distraídos, por llamarlos bien ¡Y eso lo celebra la gran prensa porque está, más que entusiasmada, comprometida con esa vía fácil e ingenua que complace al Dictador! ¡El está más pendiente, y entusiasmado, con las “primarias” que la MUD! La Venezuela democrática vivió muchas crisis en el siglo XX y entre las más decisivas estuvo la sucesión del generalato de Gómez; pero un general, demócrata y moderno, como Medina Angarita, se concertó con la oposición respondona de Jóvito y Rómulo en la figura fallida de Diógenes Escalante; igual lo hizo la sindéresis partidista para sustituir el decadente gobierno de Pérez-Matos, en 1993, y la inteligencia política se consensuó en la figura de Ramón J. Velázquez, a quien por cierto no le hemos dado completas las gracias, y el país llegó a puerto ¿Hubo necesidad en esos dramáticos y sensatos episodios de nuestra reciente historia de “primarias”? ¿Qué ya son un hecho? ¡Pamplinas! ¡La historia se hace! ¡Enseriemos la política y ocupémonos de la libertad! |
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