La llamada “Mesa de la Unidad Democrática” (MUD) ha exacerbado hasta los límites sus vicios de origen. Se constituyó como una alianza de partidos sin participación del cuerpo social y sobre ese cuerpo social ha desarrollado un ejercicio dictatorial prevaliéndose del monopolio de la postulación y del desespero más que justificado de una parte de la población que desea producir un relevo en el gobierno.
Ha hecho de la “unidad” un fetiche, uno que ha colocado en el imaginario colectivo como palabra santa y capaz de resolver el conflicto que nos aflige. La han entendido no como la incorporación de los más vastos sectores a un proyecto común, sino como un instrumento de dominación. Es así, como amparan cada decisión arbitraria y unilateral en el manto protector unitario, uno que advierte que si esa “unidad” se rompe haría imposible una salida al presente régimen. La población protesta, pero asimila.
No han planteado, además, otra cosa que un regreso a la libertad, a la democracia y a la separación de poderes, generalidades con las cuales en este mundo y en este momento histórico no se puede combatir. Para sustituir al presente es menester diseñar el país sustitutivo, un proyecto no “anti” sino alternativo. En cuanto a los problemas concretos que aquejan a la población se han limitado a un listado de buenas intenciones.
Los procederes, las maneras y los ejercicios a que esta “Mesa de la Unidad Democrática” nos ha sometido no indican otra cosa que prácticas de vieja política, juego constante de intrigas, politiquería menuda, amén de un atraso conceptual que la convierte literalmente en un planteamiento de regreso al pasado. La visión que tengo del país es de construcción de otro futuro y es evidente que no coincide con lo que la MUD asoma.
Sin ese planteamiento sustitutivo se derrumbará el falso alegato de que primero se sale del presente y luego se verá. He definido lo que viene como la transición más difícil de nuestra historia. Pues también hay que decirlo: es la elección más difícil de nuestra historia y no se puede ir a ella desnudo y con el único propósito de sacar a un gobierno para poner otro. El fenómeno de la polarización se ha tornado indispensable para los dos bandos que así se retroalimentan.
En un momento de responsabilidad intelectual dije que asumía la condición de precandidato presidencial para tratar de llenar el vacío conceptual y programático y dar un tono pedagógico -y quizás de mayor difusión- a mis propuestas.
He respetado escrupulosamente lo que es el sentir de una buena parte de la población que cree a ciegas en ese proyecto MUD que nos lleva hacia ninguna parte, pero es hora del planteamiento categórico.
Los partidos en su alianza olvidaron cualquier forma de resistencia y de combate político para refugiarse exclusivamente en un planteamiento electoral que ese abandono ha conformado no más que como un evidente electoralismo. He precisado en numerosas ocasiones los objetivos y propósito de participación electoral en las condiciones que actualmente los venezolanos sufrimos. No se es sincero ni muestra de honestidad la evasión constante a los problemas conflictivos diarios en una especie de sacrificio permanente en el altar de una política que sólo parece plantear una sustitución de un ejercicio déspota por el anterior que precisamente condujo a la república a su presente.
He presentado a mis conciudadanos, en los términos y propósitos que señalo arriba, unas primeras ideas para un programa concreto de gobierno, en áreas como educación, política internacional económica, ambiente, combate para superar la pobreza, petróleo y modos de enfrentar el flagelo de la inseguridad, entre otros. Igualmente he presentado mis primeras ideas para un Plan de la Nación a implementarse a partir del 2013 sobre tres vertientes: una sociedad del conocimiento, una república de ciudadanos y una democracia del siglo XXI.
Esto quiere decir que he asumido ante el país una responsabilidad, pues no se puede presentar un programa de gobierno y asumir conceptualmente la idea de la nación que queremos y luego rehuir las consecuencias de tal acto.
He planteado la necesidad de un debate entre precandidatos para encontrarme que luego que alguno dice quererlo lo evade. He encontrado que los “medios afectos” a la alianza partidista bloquean todo esfuerzo por su divulgación y he encontrado un encierro en la intriga menuda antes que un esfuerzo por decirle a los venezolanos “con esto sustituiremos al presente”.
No hay, entonces, ni principios ni resultados prácticos relativos a nuestra realidad que me hagan participar en las “primarias” que anuncia la “Mesa de la Unidad Democrática”. Desisto de tal participación. Considero, además, que las decisiones que se han tomado sobre esa vía la hacen perder fuerza y que todo indica que lo mismo resultará de las que tomen de ahora en adelante.
He planteado insistentemente la necesidad de construir una alternativa. Escribí un libro que titulé “La tercera opción”. Planteé la necesidad de lo que llamé en una expresión-concepto “una unidad superior”. No ha sucedido nada -todo lo contrario- que me haya hecho desviar de la necesidad de darle alternativas a la nación.
Frente a ello debo sostener que me mantengo en la misma actitud de poner mi nombre a disposición del país, para servirle y ayudar a construir un futuro distinto. Continuaré escribiendo mis propuestas a mis conciudadanos en un permanente desafío a la imaginación colectiva para superar esta dura etapa de nuestra historia. El país existe para servirlo, no para servirse de él. Bajo este insoslayable precepto me mantendré en la vida pública.
@teodulolopezm
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