26/6/12
Al mundo le quedan varias décadas de dependencia petrolera. Las energías alternativas están siendo mejoradas en su tecnología, costo y marco regulatorio, pero les queda un largo trecho que recorrer antes de que ocupen un porcentaje significativo del consumo mundial.
El petróleo en cambio seguirá siendo el gran protagonista. Los retos giran en torno al mejoramiento de la tecnología que permita ir más lejos en la exploración y producción, el ahorro que se deriva de la eficiencia; y en el desarrollo progresivo que experimentarán reservas no convencionales, especialmente concentradas en Norteamérica y Venezuela.
Hoy en día existe suficiente evidencia de que el planeta tiene disponibilidad para adaptarse a los ambiciosos retos que se vislumbran, marcados por el rol que tendrá China en la transformación del mundo. El creciente mayor de Eurasia, que se extiende desde el Golfo Pérsico hasta el extremo norte de los Urales, donde se concentra el 75% de los recursos energéticos de la Tierra, está volcado a la extracción de petróleo y gas, y lo mismo puede decirse de países como Brasil, Colombia y Canadá. Esta realidad es particularmente importante para nosotros.
Este es el momento en que tener las mayores reservas de crudo enterradas en la Faja del Orinoco prende todas las luces posibles con respecto a las oportunidades de progreso implícitas. El tren corre a gran velocidad y la tecnología permite que zonas remotas sean cada día más competitivas. Esto nos pone a competir con muchos países que están usando sus ventajas energéticas para atraer inversiones y desarrollar sus sociedades.
La clave está en lo que hagamos humanamente para materializar los dones que nos regaló la naturaleza. Desmontemos el Petroestado y pongamos a valer el potencial que hoy tenemos enterrado.